lunes, 9 de noviembre de 2015

Soneto del atardecer



Desde que vi tu diáfano pañuelo
mandándome un adiós tengo una pena
tan callada, tan mía, tan serena,
que ya más que una pena es un consuelo.

Miro al azul y me entristece el cielo;
miro hacia el mar, y el mismo mar me apena,
y hasta la luna, para  mí tan buena,
hoy agrava mi sordo desconsuelo;

Porque viendo el azul quiero se ave;
porque viendo hacia el mar quiero ser nave 
e ir hacia ti movido por las brisas;

Porque miro a la luna y sé que ahora 
pone en tu blanca frente soñadora
lo más pura de todas sus sonrisas.

Plazo Fatal




Hermano: ¡Recuerda que debes partir!
¿El día?...¡No importa!... Es fuerza seguir
hacia la celeste cinta del camino.

Prodiga tu ciencia; deja oír tu trino,
reparte tus panes y da de tu vino;
que todo los años, para la estación
alguno, cualquiera, dirá en la reunión:

- Un día como este, hace un año, vino
un hombre de lejos, y nos dio su vino,
nos abrió la rosa de su corazón,
nos dio sus sonrisas y... por el camino,
como cinta de oro, tendió su canción...

Hermano: ¡Recuerda que debes partir!
¿El día?... ¡No importa,pero ha de venir!
y es sabio que tengas hecha tu canción
con risas y lágrimas de tu corazón.

Mujer Romántica

Ella fue una romántica perdida
que amó los versos y adoró las flores
y que llenó de pájaros cantores
el jardín silencioso de su vida.

Amó una vez, y -candidez divina
que tienen la mujer y la paloma-
tomó la rosa y aspiró el aroma
sin sospechar, tras de la flor, la espina.

Después, calladamente, tristemente,
cerró los labios y bajó la frente,
y ante la verde mar murmuradora,



esperando la vuelta prometida,
se fué quedando, sin sufrir, dormida,
como un pomo que al viento se evapora.

Tus ojos


¿El lago?...¡Nunca!... El lago no pudiera
competir con tus ojos soñadores.
Tus ojos tienen sombras y fulgores:
Son dos lagos  al tiempo que una hoguera.

¿El mar?... ¡Tampoco¡... El mar tiene ribera
que se llena de pájaros y flores,
y en tus divinos ojos turbadores
se fatiga volando la Quimera...

¿El cielo?... acaso el cielo, por ser cielo,
se atreviera un momento, envanecido,
a asomarse a tus ojos con recelo;

y, ante tus ojos diáfanos y bellos,
vería el mismo cielo, sorprendido,
que falta cielo para verse en ellos.

Poema del Ruiseñor

Desde la rama del ciprés dormido
el dulce ruiseñor canta a la luna
y la invita a bajar hasta su nido...
Ya ves qué casto amor tan sin fortuna...
Y eso que el ruiseñor, en su descuido
puede llegar volando hasta la luna.

Envuelto entre la luz embrujadora
da al viento el ruiseñor, todas las galas
que en su garganta mágica atesora;
y la Luna se vuelve toda escalas
de seda y luz...(La luna dizque ignora
que su dulce cantor tiene dos alas...)

Calla el agua en los claros surtidores
se aduermen los arroyos cristalinos
y se despiertan a escuchar las flores...
Astro y pájaro, a un tiempo, están divinos...
Y ella baja hasta él vuelta fulgores,
y él asciende hasta ella vuelto trinos...

LLeno de sombra y de quietud, como una
pupila abierta al cielo indiferente,
un retazo perdido de laguna
sueña en la fronda del jardín... Presiente
la pálida belleza de la luna
aquel espejo claro y transparente.

El ruiseñor solloza dolorido
envuelto entre la luz embrujadora
cuando calla de pronto, sorprendido,
porque desde la rama en donde llora
advierte que la luna se ha caído
y flota sobre el agua onduladora.

Calla el agua en los claros surtidores,
se aduermen los arroyos cristalinos
y se despiertan a escuchar las flores...
Luna y pájaro, a un tiempo, están divinos...
Y ella asciende hasta él vuelta fulgores,
y él desciende hasta ella vuelto trinos.

El pájaro suplica, impreca y canta
mientras se multiplica a maravilla
la flauta de su eglógica garganta...
Y salta alegre al ver cómo se humilla
la Luna que corriendo tras su planta
se viene sobre el agua hasta la orilla...

Ante el dulce deliquio que le miente
la luna, riendo del cristal del lago,
loco de amor el ruiseñor se siente,
y respondiendo al amoroso halago,
hunde el pico en el agua transparente
y se bebe la luna trago a trago.

Yo estoy enfermo de soledad



Yo estoy enfermo de soledad...
Amo las viejas calles torcidas,
esas callejas desconocidas
que llevan lejos de la ciudad.

Como en la calma hallo el placer,
en vez de necias voces profanas
amo el acento de las campanas
en el fantástico atardecer.

A esa sonrisa que brota a flor
del labio impuro que amores miente,
prefiero el tino con que la fuente
bajo la luna canto su amor.

Sé que en mí mismo llevo la paz,
y me ilumino de dulce calma
cuando permito que mire mi alma
todas las cosas que dejo atrás.